Me hace especial ilusión publicar este post, ya que es el post más personal de todos. Sé que ha pasado casi un año desde que os lo prometí, pero me ha costado mucho cumplir mi promesa. Más vale tarde que nunca. Hoy vengo contaros cómo fue el día de mi boda.
Hace poco se cumplió un año desde el día de mi boda.



Un día feliz y precioso.
Pero ha sido un año duro, muy duro diría yo. Un año que jamás olvidaré. Pues en dicho año viví uno de los días más felices de mi vida (mi boda, junto a mi marido Ernesto con el que vivo inmensamente feliz), y también viví el día más duro de mi vida, el día del fallecimiento de mi padre. Fue como si me arrancaran el corazón.
«Ya estabas muy enfermo por aquellas fechas, pero sé la ilusión que te hacía casar a la niña de tus ojos. Me lo diste todo, siempre. En aquella señalada fecha, no podías disimular la especial ilusión y las ganas que tenías de ese día. Todo te parecía poco y pusiste gran ilusión en el montaje. El gran día estabas feliz, se te notaba. Te encantaba estar con la familia y sobretodo ver a los demás felices.»
Es un poco contradictorio dedicar el post de mi boda a hablar sobre el maravilloso hombre que me llevó al altar, en vez de hablar del que me recibía. Pero así lo siento. Siento que mi gran día fue la cosa más especial que hice junto a mi padre.



Si pudiera volver atrás cambiaría muchas cosas de mi boda: Pasaría más tiempo junto a mi padre y mi madre. Me haría más fotos con ellos. Les diría más veces lo mucho que les quiero y me preocuparía más por su bienestar. Pero no cambiaría la boda en sí. Las novias nos preocupamos mucho – demasiado – por la decoración, el protocolo, el planing y un largo largo etcétera. Pasé muchísimo tiempo buscando el vestido adecuado, quería verme guapa, o no quería verme gorda quizás. También recuerdo que para mí era de vital importancia que cada canción sonará en el momento ideal.
Poco, muy poco, me importa ahora todo eso.
«Hoy por hoy estoy feliz porque te fuiste tranquilo. Estabas conmigo. Lo he aceptado aunque siga doliendo. Disfrutaste el día de mi boda como el que más y te marchaste sabiendo que a día de hoy, hay un hombre tan noble y bueno como tú junto a mí.»
Dicen que nos enamoramos de las personas que se parecen a nuestros padres, para bien o para mal. En mi caso, aunque no he sido consciente de ello hasta hace bien poco, así fue. Conocí a mi marido el día que supe que mi padre sufría su segundo cáncer y ahora creo que algo lo puso en mi camino para ayudarme a sobrellevarlo.
Mi padre no es reemplazable, era el hombre más
bueno que he conocido, al menos para mí.
Al escribirlo me doy cuenta de que todo esto suena como el argumento de una película dramática. Pero si me conoces, ya sea en persona o por las redes sociales, sabrás lo mucho que me cuesta traer este tema a la mesa. No suelo contar mucho de mi vida personal, ni tengo afán de protagonismo.
Pero la ocasión lo merece. A nivel personal, hablar o escribir de ello me ayuda a sacar lo que llevo dentro, y esto, me ayuda en cierta medida.

Gracias por estar aquí ahora, seas quien seas, gracias por escucharme.
«Mi boda es uno de los más bonitos recuerdos que tengo contigo. Así que esto va por ti, papá. Te queremos y te echamos muchísimo de menos, sobretodo mamá. Espero que algún día nos volvamos a ver para no volver a separarnos ni un sólo momento.»
Besos, Amelia